Transiciones
miércoles, 20 de enero de 2010
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Llevamos una semana movida. Mejor dicho, llevamos una semana de tardes movidas. Muy movidas. Cuando llegan las 15:00 horas todo parece cambiar. Las mañanas siguen siendo tranquilas. Vamos a un lado. Vamos a otro. Paseamos. Hacemos recados. Y hablamos. Pero poco después de comer, y no siendo capaz ya de hacer siestas por la actividad mental a la que está expuesta, mi madre entra en dinámicas obsesivas de las que uno no la puede sacar hasta que llega la noche y le entra sueño por agotamiento cerebral.
Siempre es lo mismo. Empieza no reconociendo el espacio. Sufre porque se siente encerrada y lejos de su casa y su marido. Y pide irse. Antes se le podía ir distrayendo y darle largas hasta que se olvidara del tema, haciéndole centrarse en algo que pusieran en la televisión o sacándola a tomar un café a la calle. Pero ahora no hay manera de quitarle esos pensamientos de la cabeza. Ni de calmarla.
Puede pasarse 7 u 8 horas enfada conmigo porque no le quiero llevar con mi padre. A veces se me ha puesto un poco agresiva, me ha insultado o recriminado que no sea un buen hijo por tenerla retenida contra su voluntad. Pero no me afecta. No es ella hablando. Es la enfermedad.
Ayer me tuve que interponer entre ella y la puerta. Hacia mucho que no tenía que hacer eso. Se quería marchar. Pretendía parar un taxi en la calle y hacer que le llevara a esta misma dirección. La persuasión es imposible en ocasiones.
Veo que está en plena transición. De vez en cuando bajan un peldaño, empeoran un poquito. Retroceden un paso. Y el cambio puede ser tan sutil y gradual que sólo los cuidadores nos damos cuenta de ello.
Me da pena, pero no dejo que eso interfiera en mi día a día. Ni que me afecte emocionalmente. Después de todo, como digo, lo peor está siempre por venir. Esto sólo puede ser el principio.
Hay momentos en los que deseo que llegue al punto en el que no se entere de nada para que no sufra. Y también, en que tengo que aprovechar al máximo de ella durante esta etapa en la que aún sabe generalmente quién soy y puede comunicarse. Todo lo que no le diga ahora, sé que ya no se lo podré decir nunca más.
El otro día su psiquiatra le hizo un cambio de medicación. Se la ajustó y le modificó el orden de alguna toma para intentar que sufriera un poco menos y que estuviera más tranquila (sin aumentar ninguna dosis) pero el cuerpo necesita unos días para adaptarse al nuevo cambio. Y sigo esperando a que podamos estabilizarla. Eso no quiere decir que vaya a serle útil. Ni que vaya a funcionar. Como dijo el médico, 'la única solución es tenerla más drogada'. Me cuestiono si entramos en una fase en la que deberíamos pedir que le dieran algo que la tuviera más relajada por las tardes. No la queremos tener totalmente chutada. Esa no es la idea. Nunca lo ha sido. El objetivo es paliarle esa angustia y confusión que toma control sobre ella y le hace padecer.
Cualquier decisión a tomar no es fácil. Y en eso estamos.