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Una canción...

miércoles, 25 de noviembre de 2009 0 comentarios




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Cuídate, cuidador


La conselleria de Trabajo presentó ayer en Ibiza el ´Prevebús de la dependencia´, una aula móvil que permite formar a los cuidadores de personas dependientes tanto profesionales como particulares en prevención de riesgos laborales, sobre todo en cuestiones como la higiene postural. «Es importante que estén bien para cuidar a los suyos», comentó la consellera de Trabajo, Joana Barceló. El Prevebús estará hasta esta noche junto al Parque de la Paz de Vila, mañana se desplazará a Santa Eulària y el lunes terminará su recorrido en Sant Antoni. Se prevé que, con los 30 alumnos al día que pueden recibir su formación (el curso es de cuatro horas, la mitad prácticas) se atenderá a un mínimo de 150 personas.

Autor: A.F.F.
Artículo publicado:19 de Noviembre de 2009

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Disculpas...


El tamaño del texto en la entrada anterior es más pequeño que el de las otras. Mis disculpas por ello. No me gusta. Pero lo he intentado todo y no hay manera de que el sistema acepte el cambio a un tamaño normal. Llevo bastante rato tratando de arreglarlo, pero me ha resultado imposible. Incluso he modificado parte del código html, y no ha habido suerte. Espero que no vuelva a ocurrir.

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Síndrome del cuidador


En España actualmente hay cerca de 600.000 enfermos de Alzheimer, siendo la primera entre las enfermedades neurodegenerativas, así como la primera causa de demencia en la población anciana. El 65% de los familiares que cuidan directamente al enfermo sufrirán cambios sustanciales en sus vidas y una importante merma de su salud física o psíquica, llegando el 20% a desarrollar un cuadro intenso conocido como "Burn-Out" o del cuidador-quemado.


Para valorar adecuadamente el impacto familiar y personal del hecho de cuidar debemos considerar que se trata de un patología neurológica crónica (la supervivencia media actual al diagnóstico es de 8 a 14 años), incurable hoy día (los fármacos anticolinesterásicos solo son eficaces para paliar temporalmente algunos síntomas en las fases inicial y media de la enfermedad, pero no en las fases media-avanzada, avanzada o terminal) y degenerativa es decir cuyos síntomas siempre irán a peor y tendentes a la invalidez funcional del paciente, por lo que cada vez es mayor la dependencia de sus cuidadores y exige una dedicación más y más exclusiva.


El cuidador principal de un enfermo de Alzheimer suele ser en España una mujer, hijas o cónyuge del enfermo, que actúa generalmente en solitario ya que rara es la familia en la que sus miembros trabajen realmente equitativamente "en equipo" a la hora de cuidar al enfermo. Este cuidador principal va asumiendo paulatinamente la mayor parte de las tareas del cuidar, hasta llegar realmente a no hacer casi otra cosa en su vida personal sino dedicarse 24 horas al día a esta labor.


El síndrome del cuidador quemado o burn-out fue primeramente descrito en Estados Unidos en 1974. Consiste en un profundo desgaste emocional y físico que experimenta la persona que convive y cuida a un enfermo crónico incurable tal como el enfermo de Alzheimer. El cuidador que puede sufrirlo es aquel que llega a dedicarle casi todo su tiempo (incluso dejando de trabajar para cuidarle), generalmente en solitario (aunque haya otros familiares que suelen "lavarse las manos" y mantenerse en la periferia), durante ya muchos años y con estrategias pasivas e inadecuadas de resolución de problemas.


Se considera producido por el estrés continuado de tipo crónico (no el de tipo agudo de una situación puntual) en un batallar diario contra la enfermedad con tareas monótonas y repetitivas, con sensación de falta de control sobre el resultado final de esta labor, y que puede agotar las reservas psicofísicas del cuidador.


Incluye desarrollar actitudes y sentimientos negativos hacia los enfermos a los que se cuida, desmotivación, depresiòn-angustia, trastornos psicosomáticos, fatiga y agotamiento no ligado al esfuerzo, irritabilidad, despersonalización y deshumanización, comportamientos esterotipados con ineficiencia en resolver los problemas reales, agobio continuado con sentimientos de ser desbordado por la situación (Rodríguez del Álamo, 2002).


Se pueden hacer una serie de propuestas útiles a la hora de desarrollar programas institucionales para "cuidar al cuidador":


1. Aceptar que estas reacciones de agotamiento son frecuentes e incluso y previsibles en un cuidador. Son reacciones normales ante una situación "límite", pero que necesitan apoyo.


2. No olvidarse de sí mismo, poniéndose siempre en segundo lugar. El "autosacrificio total" no tiene sentido.


3. Pedir ayuda personal al detectar estos signos, no ocultarlos por miedo a asumir que "se está al límite de sus fuerzas" ni tampoco por culpa de no ser un super-cuidador.


4. No temer acudir a un profesional (psiquiatra o psicólogo) y a grupos de auto-ayuda (GAMA) de asociaciones de afectados por la enfermedad de Alzheimer que resultan ser muy eficaces.


5. Aprender técnicas de relajación psicofísica, visualización distractiva, Yoga, etc.


6. Solicitar información y formación adecuada sobre aspectos médicos de la enfermedad (evolución futura, previsión de complicaciones, medicación) y conocimientos prácticos para enfrentar los problemas derivados tales como nutrición, higiene, adaptación del hogar, movilizaciones del paciente, etc. Todo ello incrementa el sentimiento de control y de eficacia personal.


7. Marcarse objetivos reales, a corto plazo y factibles en las tareas del cuidar. No mantener expectativas irreales ("El enfermo no va a empeorar más de lo que está"), ni tampoco ideas omnipotentes sobre uno ("Voy a solucionar todos los problemas yo sólo").


8. Ser capaz de delegar tareas en otros familiares o personal contratado (sanitario o del hogar). No creerse imprescindible.


9. Mantenerse automotivado a largo plazo, auto reforzarse en los éxitos, felicitándose a sí mismo por todo lo bueno que va haciendo.


10. No fijarse sólo en las deficiencias y fallos que se tengan.


11. Cuidar especialmente los propios descansos y la propia alimentación: parar 10 minutos cada dos horas, dormir las horas suficientes y mantener una dieta adecuada.


12. Tomarse también cada día una hora para realizar los asuntos propios. Asimismo permitirse un merecido descanso diario o semanal, fuera del contacto directo con el enfermo.


13. Si se puede, realizar ejercicio físico todos los días, ya que elimina toxinas corporales y despeja la mente.


14. Evitar el aislamiento: obligarse a mantener el contacto con amigos y otros familiares. Salir de la casa con otras personas, no quedarse "enclaustrado". Los vínculos afectivos cálidos amortiguan el estrés.


15. Saber poner límite a las demandas excesivas del paciente; hay que saber decir NO, sin sentirse culpable por ello (asertivitad).


16. Expresar abiertamente a otros las frustraciones, temores o propios resentimientos, es un escape emocional siempre beneficioso.


17. Planificar las actividades de la semana y del día. Establecer prioridades de tareas, diferenciando lo urgente de lo importante. Decidir qué cosas no va a poder realizarlas con bastante probabilidad. La falta de tiempo es una de las primeras causas de agobio.


18. Promocionar la independencia del paciente. No debe realizar el cuidador lo que el enfermo pueda hacer por sí mismo, aunque lo haga lento o mal.


19. Usar Centros de día, Residencias de respiro temporal, o Personal contratado de asistencia domiciliaria. 


Fuente: Tuotromedico.com


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El psicólogo


Llevo unos meses yendo a un psicólogo. Si no recuerdo mal, voy desde el pasado Marzo aproximadamente. Hasta entonces, jamás se me había pasado por la cabeza el acudir a uno. No por qué tuviera algo en contra de ellos, o por lo que pudiera suponer el ser tratado por uno. Si no por qué nunca antes, había sentido en mí, la necesidad de requerir de una ayuda externa para lograr poner en orden mi universo mental.

Siempre he sido un hombre muy racional (con sus traumas y encalles como todo el mundo), y muy fuerte emocionalmente hablando. También algo distante desde un punto de vista emotivo, y un poco demasiado realista por lo general. Lo que me ha ayudado, a aprender a afrontar cualquier gran golpe que la vida me haya lanzado, sin miedo, y con mucha sangre fría y aceptación. Ni nada en esta existencia me sorprende, ni nada en esta existencia me choca. Todo es posible. Y uno tiene que estar preparado para lidiar con cualquier tipo de obstáculo que se interponga en el camino. Aunque eso no quiere decir que no le lleguen a afectar. Toda acción o cambio conllevan una reacción en positivo o negativo.

A finales del invierno pasado, y tras un año de estar cuidando de mi madre, peté. El desgaste psicólogico al que había estado sometido por ella (más bien por su aún no detectado Alzheimer), me sobrepasó. Y por primera vez en mi vida, mi nivel de aguante y mi fuerza mental alcanzaron su tope y límite de saturación. Por eso, que cogiera el teléfono y pidiera hora con un profesional.

Me conozco muy bien. Sé hasta dónde puedo llegar, o cuánto puedo tragar. Y pasado ese punto (que hasta lo de mi madre no había conocido), me es imperativo compartir mis raciocinios con alguien capaz de encaminarme en la ruta más adecuada. No pasa absolutamente nada por admitir que no puedes cargar con todo, y que hay instantes en los que estás tan quemado y agotado que te ves al borde del colapso psicológico. No pasa nada. Por qué somos humanos. Y también tenemos derecho a estar mal y a que este mundo del cuidado de un ser querido enfermo nos supere en ciertas instancias. No pasa nada.

Con el tiempo te das cuenta de lo importante que un psicólogo puede ser para ayudar al cuidador a mantener un cierto equilibrio mental. Estamos sometidos a mucho. Vemos mucho. Sentimos mucho. Y vivimos muchas cosas con el enfermo que otras personas (ni las más cercanas) pueden imaginarse. El desgaste y la presión son en ocasiones intoxicantes, y te sientes ahogado, atado a una responsabilidad que se te queda grande en muchos momentos, y perdido.

Cualquier especialista o persona que tenga conocimiento sobre la enfermedad, y lo que supone para el cuidador, te aconsejarán que busques un punto de apoyo. La familia y la gente cercana son muy importantes. Pero no substituyen el trabajo de un profesional.

De la misma manera, me decía hace unos meses una amiga, que cuando te duele un diente vas al dentista o cuando te duele un músculo vas al traumatólogo, cuando tienes angustia o estrés o algo te da vueltas en la cabeza que no consigues solucionar, vas al psiscólogo.

Ir a un psiscólogo es de alguna manera el reconocer que no estás bien y que buscas ayuda. Tú puedes estar en ese punto en el que te veas al filo de la extenuación, y que estés considerando acudir a un psicólogo. Pero que no lo tengas claro por lo que eso constituye.

Mi consejo:

No tengas miedo y pide ayuda cuando tengas que hacerlo. Nadie espera que seas perfecto o que no sufras. Te recomiendo, si no lo estás haciendo ya, que te involucres con un grupo de apoyo o hables regularmente con un especialista. Los que se lo guardan todo para ellos e intentan llevar el cuidado desde la soledad e incomunicación, son propensos a caer en lo que se llama 'síndrome del cuidador'; del cual hablaré en la siguiente entrada.

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