Buenas tardes mamá
jueves, 17 de diciembre de 2009
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Esta tarde mi madre está enfada conmigo. Sigue molesta porque no le he querido dar sus llaves esta mañana. Se quería ir de casa y yo no lo podía permitir por su seguridad. No le ha gustado descubrir que las puertas de casa estuvieran cerradas y que el llavero hubiera desaparecido de su bolso. Ante ciertos detalles son muy listos y suspicaces. Y es difícil engañarles.
Hace unos días, cuando estaba coherente y racional, le expliqué lo que a partir de entonces iba a hacer yo en referencia al tema de la noche y los cerrojos. Le expuse que a veces tiene pequeñas confusiones debido al duelo, los ansiolíticos y la memoria, y que en esos estados había llegado a salir sola a la calle y perdido. Lo entendió. Me recalcó que yo no dudara en hacerlo aunque ella se enfadara conmigo. Y hoy ha sido así.
Los cuidadores tenemos muchas veces que asumir el papel del malo de la película. En nosotros suelen centrar en numerosas ocasiones muchas de sus frustraciones, angustias y fantasías. Somos la autoridad ante la cual intentan revelarse. Y según tengo entendido por lo que he leído, del cuidador principal es de quien suelen olvidarse primero y a quién tienden a coger cierta manía o reticencia antes. Afortunadamente, por otro lado, somos los que más tiempo conseguimos disfrutar de ellos a medida que se van difuminando en su prisión mental.
No es que no esté acostumbrado a verla enfadarse conmigo a pesar de que, por suerte, eso suela darse muy de tanto en tanto. Pero sí que me choca cada vez que me encuentro en esa situación. Por mucho que nunca permita que esas cosas me afecten. Al fin y al cabo no son más que el producto de una enfermedad que ni ellos ni nosotros podemos controlar. Aunque no es agradable ver a tu propia madre rechazándote y llorando por algo que cree que has hecho para herirle. Es duro tener que aguantar el chaparrón de falsas acusaciones y menosprecios. Mas uno no puede dejar que los "demonios" de la demencia enturbien el cariño verdadero compartido con esa persona cuando estaba bien. Uno siempre tiene que quedarse con eso y con la creencia absoluta de que no son ellos los que nos detestan, sino la enfermedad misma.
Es complicado el intentar hacerles ver que uno actúa en bien de ellos. cuando están sumidos en su obsesión del momento. Es imposible el tratar de hacer que entiendan que uno actúa en su beneficio aún sin que ellos lo vean como tal.
Es lo que tienen estas enfermedades.
Esta tarde mi madre sigue en la misma línea obsesiva de hace unos días. Como decía yo unos días atrás, a medida que nos aproximamos a las Navidades, más desestabilizada la veo. Espero que esto vuelva a ser tan solo una fase. Y que no se quede encallada en un loop continuo del que no pueda salir. Anhelo jornadas más tranquilas. Aunque pocos de esas nos quedan. Lo intuyo.