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El Regreso

jueves, 1 de julio de 2010 Leave a Comment


Me siento sobre la cama con las piernas cruzadas como Buddha. Coloco el portátil en mi regazo. Inspiro. Me concentro. Fluyo. Y comienzo a escribir, de nuevo, para todos vosotros mis pequeños y grandes desconocidos. 

Namaste.

Ha pasado un largo tiempo desde que he redactado una entrada de carácter personal. Mucho tiempo, lo sé. ¿Demasiado? El necesario, creo. Todo tiene su tempo, su timing. Todo llega en su momento. Ahora, aquí estoy. Y podéis estar tranquilos, puesto que nunca me he ido. Durante este breve lapso, uno no se ha olvidado de sus fieles, ni de sus incondicionales, ni de los que encuentran en este rincón de la red, sin pretensiones, un oasis en el que zambullirse y refrescarse.

Así empiezo. Deseando que este escrito os ayude a combatir el tremendo calor. Esperando, que os parezca, como mínimo, mejor que el anterior. Y anhelando, que no descubra mis dedos muy oxidados.

He estado acabando de ultimar un proyecto personal. Debía tenerlo finalizado para Junio, sí o sí, y no me ha quedado otro remedio que centrar toda mi atención en él. Era el proyecto o era el blog. Un blog requiere que le prestes muchísima atención. Y ha sido, meramente, una cuestión de focalizar todas mis fuerzas en aquello (que no deja de formar parte de mi desarrollo más personal) en lugar de esto. Sé que me entendéis.
También admitiré que estamos viviendo una etapa de tanta calma y tanta tranquilidad en casa, que estaba un poco seco en lo referente a ideas. No me gusta repetirme. No quiero aburrir. Y tampoco busco el centrarme en los mismos temas una, y otra, y otra vez. Busco frescura. Busco salirme de la caja. Busco tratar, cada vez más, esta enfermedad como si no existiera, con otro enfoque. No por estar haciendo una negación. Sino por que así estoy siendo fiel a una filosofía de vida más equilibrada, más zen si se me permite decirlo.

No soy un médico. No soy un profesional. No soy quién para dar consejos. Yo sólo soy un cuidador más que se ha visto llevado a este mundo de las enfermedades neurodegenerativas. Hasta hace dos años mi trato con el Alzheimer se había dado de manera muy superficial, directa pero lejana. Lo había visto en un abuelo siendo pequeño. Y no era un algo que rondara mi cabeza o que me interesara particularmente hasta que he formado parte de su cosmos. Hasta entonces, no me importaba sinceramente. Bueno, no es que no me importara. Es que al no tocarme de muy cerca no era un tema que estuviera presente en mi cabeza o en mis preocupaciones.

Hoy lo conozco y lo entiendo. Cada caso es cada caso. Cada circunstancia es cada circunstancia. Cada proceso es cada proceso. Y lo que yo vivo y mis experiencias pueden ser comunes con las de miles de personas, pero dos historias nunca serán la misma. Cada uno es un universo único. Yo meramente trato de ir mostrando pinceladas del mío por si a alguien le sirve algo de lo que pueda decir en algún instante concreto aquí.

En la siguiente entrada os hablaré de lo que para mi madre está funcionando muy pero que muy bien. Hemos logrado frenar el rápido deterioro al que estaba expuesta. Ha mejorado. Y lo ha hecho mucho. Y no es que esté curada; NO hay cura para lo que ella tiene. Y tampoco es que el Alzheimer no esté siguiendo su curso. Pero haber conseguido detener el avance es una pequeña gran conquista. Hace un fue diagnosticada con un nivel 5. Se nos daba un diagnóstico en el que se determinaba que en 6 meses (al ritmo que iba) estaría ya al final de un nivel 7.

No ha sido así.

Estamos trabajando muy duro. He encontrado vías que algunos, con suerte, podréis implementar y ver resultados. En otras personas eso no será posible. Lo que funciona para uno no funciona para otro. Pero igual sí para un tercero. Quiero compartir con vosotros en el siguiente post un punto por punto de lo que estamos haciendo.

Pero lo primero, y desde mi muy muy muy muy humilde punto de vista, es NO tratar a la persona como a una enferma o discapacitada, no dejar de estimular y estimular y estimular, y no rendirse pero tampoco engañarse. Luchar contra corriente pero a la vez dejarse fluir.

No hay que ver a un mal como un castigo, una desgracia o una pena. Hay que hacerlo como un regalo, una prueba de aprendizaje y un proceso más del mapa de la vida.

Os dejo con una gran recomendación, el libro 'La Rueda De La Vida' de Elisabeth Kübler-Ross. Os abrirá muchas puertas interiormente.

Mañana más.