Giros
miércoles, 10 de febrero de 2010
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Llevo evitando, desde hace unos días, el sentarme a escribir esta entrada. En parte, por un sutil y repentino rechazo nacido en mí hacia este blog -que en tantas ocasiones me hace de espejo y me fuerza con dolor y pena a mirarme de frente como hijo y cuidador-, y en otra, por sentirme reticente a personalizar demasiado y dar una imagen de victimismo que no pretendo adquirir.
Así pues, este post es probablemente el más personal escrito hasta el momento. Y el primero que no me apetece redactar. No me culpo. Me entiendo perfectamente.
El cuidador principal es el primero que se da cuenta de los sutiles cambios que se van produciendo en el enfermo. Probablemente somos los que más vamos percibiendo el paulatino desgaste y pérdida de capacidades de éste o ésta. Notamos esas pequeñas bajadas graduales antes que nadie por estar tan sintonizados con él/ella. Y eso, es lo que me lleva pasando desde hace poco más de una semana.
Ha dado otra bajada. Es duro. Me cuesta. Y por ello, que haya tenido la necesidad de procesar lo que estoy viviendo y racionalizarlo, antes de poder sentarme delante de este espejo para que otros lean lo que he escrito sobre su superfície.
La enfermedad de mi madre va más rápido de lo que es habitual. La muerte de mi padre le produjo desarrollarla. Y como ella bien dice muchísimas veces, 'esté dónde esté, yo me voy detrás'. Y eso es lo que está haciendo. En dos años ha pasado de no tener Alzheimer, a estar entrando en un Nivel 6. De momento está catalogada como un Nivel 5. Pero mañana tenemos neurólogo y presiento lo que me va a decir. Que hemos pasado de un 5 a un 6.
En estos últimos diez días ha dado un bajón considerable. Todo le cuesta un poquito más. Y las tardes se hacen cada vez más duras e intensas. Está en ese punto en el que sufre. Y verla sufrir, me hace sufrir a mí también.
Sé muy bien que lo mejor es intentar adoptar una postura práctica y resolutiva, evitar dejar arrastrarme por lo emocional, e intentar no dejar que este proceso me afecte demasiado por mi salud mental. Pero es complicado. Mientras, sigo luchando a su lado, tratando de no caer en la sobre sensibilización, ni en llorar delante de ella. A pesar de que en estas últimas jornadas se me tienden a llenar los ojos de lágrimas sin poder remediarlo. Y eso que soy de los que no lloran por nada.
Como la noria de esta imagen me siento en estos momentos. Girando vertiginosamente. Esperando a que todo vuelva -emocionalmente hablando- a su cauce. Supongo que son etapas y estados del yo. Y que me iré acostumbrando a todo ello.
Me voy despidiendo poco a poco. Le voy diciendo todo aquello que le quiero decir mientras conserve cierta consciencia. Y voy aceptando la pérdida antes de que llegue. Son días difíciles estos que está pasando. Y me sabe mal.