Desde la oscuridad
lunes, 15 de febrero de 2010
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¿Qué es lo que hace que un cuidador llegue a querer irse detrás de ese ser amado del que se ocupa, cuando éste muera? ¿Es el duelo anticipado de la pérdida que le nubla el cielo y le impide ver la luz del sol? ¿Es el sentir que tras tanta dedicación, su existencia ha quedado reducida a la total anulación de su persona? ¿Es el miedo a comenzar a vivir al fin? ¿Es el no querer ver que hay más allá de la enfermedad y la pérdida presente o futura? ¿Es la culpabilidad por seguir vivo?
¿Qué es lo que hace exactamente que un cuidador llegue a sentirse como un solitario árbol plantado en medio de un despoblado llano?
¿Qué hace que no te pares a observarlo todo desde una perspectiva universal para darte cuenta de lo afortunado que eres por lo que has compartido y aprendido? ¿No eres consciente de lo mucho que te has entregado y de lo grande que eres?
Me gustaría dedicar esta entrada a una seguidora que hace unas semanas dejó unas líneas en la página de fans de Facebook de este blog. Su oscurecida visión es la de cientos de miles que, como ella, lo han dado todo y se han sacrificado voluntariamente hasta el fin de la vida de su querido enfermo.
Y a ti te digo, que no permitas que esta enfermedad acabe con la vida de dos personas. No le dejes que te arrastre y te arranque el tiempo que a ti te queda, ni que obstaculize tu camino cuando tu esposo se baje en esa última parada. Permítete ser feliz y que la vida te recompense con la paz y sosiego que te mereces. Y fluye, ante todo fluye.
El mayor acto de amor que puedes hacer por él cuando no esté contigo, es el continuar pisando fuerte sobre este planeta. Disfruta de lo que la vida te puede llegar a ofrecer. Estoy seguro de que él no querría que su enfermedad acabara con tus ilusiones.