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Preguntas que me hago constantemente

jueves, 18 de febrero de 2010 0 comentarios


¿Qué aprende interiormente una persona aquejada de Alzheimer a lo largo de su proceso a través de la enfermedad? ¿En qué tipo de realidad vive esa persona cuando se encuentra en un nivel avanzado? ¿A dónde va mentalmente? ¿Perdura cierta consciencia en ella sobre el estado físico-químico-mental en el que se haya? ¿Sigue sufriendo cuando no puede -y por no poder- comunicarse? ¿Es una muerte en vida? ¿Cuánto de su espíritu se mantiene intacto? ¿Sueña? ¿Con qué sueña si lo hace? ¿Razona internamente y es consciente de su incapacidad física? ¿Se siente impotente? ¿Entiende lo que le pasa? ¿Se sigue viendo en una prisión? ¿Asciende a otros niveles de conciencia? ¿En que piensa? ¿Desea? ¿Piensa en la muerte? Y si es así, ¿la anhela como una liberación? ¿Qué mundos crea en su mente? ¿Habiendo eliminado las barreras espacio-tiempo, alcanza un equilibrio espiritual que desconocemos? En resumen, ¿qué pasa por su cabeza cuando creemos que ya no están con nosotros?

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Estimular


Está claro que el Alzheimer no tiene cura. Es una enfermedad en la que las neuronas se van auto destruyendo lentamente, hasta que uno acaba viviendo en un prolongado estado de suspensión catatónica o perpetuo letargo de la consciencia. Entiendo que los que la padecen terminan reducidos a ser meros prisioneros de su memoria y olvido; levitando en un plano mental en el que hacen un viaje marcha atrás en el tiempo, deshaciendo sus viviencias, experiencias y aprendizajes terrenales, hasta devenir almas puras encerradas en una dimensión privada de desconocimiento e inexperiencia. Como si en un momento de su vida hubieran lanzado un boomerang, que ahora regresa a su punto de partida para darles de pleno en la frente en lugar de aterrizar en su mano. Como si cerraran el círculo de la vida invirtiendo el proceso cognitivo. De cero a cien y de cien a cero. Como si en vida retornaran a ese inmaculado estado del que todos partimos al nacer, sin haber tenido que morir físicamente para ello.

También tengo muy presente la creencia de que si uno no lucha y permite que la enfermedad avance y campe a sus anchas por el ordenador de nuestro ser querido, ésta tomará el control absoluto y borrará los datos a velocidades vertiginosas. Como hace un virus informático con los archivos de los discos duros de nuestros móviles y portátiles si no le intentamos frenar con un software apropiado. Por eso me resulta imprescindible y muy importante, el no parar de estimular mentalmente a mi madre.

El otro día el neurólogo me preguntaba si le hacía hacer cosas y le sacaba a la calle a diario. 'Por supuesto', le dije. A lo que él añadió que no todo el mundo lo hace. A muchos los aparcan en casa en una butaca y no les empujan a seguir formando parte de esta realidad y/o sentirse integrados. Al que sufre de Alzheimer se le tiende a tratar como a un enfermo. Y yo me niego a hacer eso. A mi madre le sigo tratando como a mi madre. No como a una madre enferma. Por ello, que no pare de querer mantenerla atada a la vida tal y como la conocemos. Yo estimulo. Y no paro de hacerlo.

Ahí reside, quizás, uno de los secretos en la batalla contra este mal. Ese es mi pequeño truco, mi método. Algo, de lo que estoy seguro, que cientos de miles de personas alrededor del mundo aplicarán a su vez con los suyos. No se trata de un sistema innovador ni de una cura. Se trata de lógica pura y dura aplastante, y de ofrecerle al cerebro motivos por los que mantenerse en funcionamiento. El amor, el pensamiento positivo y la estimulación, son mis tres grandes armas en esta contienda. Y funcionan, te aseguro que funcionan.

Si no sigues haciendo que ese ordenador siga en activo, si lo apagas o lo pones en estado durmiente, no le estás haciendo ningún bien por mucho que tus intenciones sean las de proteger y cuidar. Y no haces si no potenciar que prosiga deteriorándose a pasos más agigantados. Si no le obstaculizas el camino, si no colocas piedras y troncos en su ruta, le estás dando vía libre para que avance con facilidad y le estás sirviendo a tu madre/padre/esposa/esposo/etc en una bandeja de plata.

No tires la toalla antes de haber perdido la guerra. Pelea hasta el final. Por mucho que vayas a perder.

Mi madre comenzó con las clases de estimulación cognitiva tres veces por semana el Septiembre pasado, como nos había recomendado la neuropsicóloga. En lugar de llevarla a un centro, hago que la profesora le venga a casa. Probamos el centro de día un par de veces. El ambiente era tan deprimente que me prometí no volver a llevarla a uno por muy bien cuidados que estuvieran.  Ella mismo me dijo que si la dejaba en un sitio como ese la íbamos a perder, que se moriría por depresión. Nadie puede dar el mismo cuidado que un familiar o una persona cercana a la cual acepten. El tirar de ellos con amor, darles una motivación por la que querer vivir y luchar, es básico para no perderlos más rápidamente. Si a una flor no la riegas o cuidas como se merece, se marchita y seca en un corto periodo de tiempo. Si le prestas atención le alargarás la vida.

Pasados tres meses, y ante la cierta mejoría cognitiva, le amplié las clases a una hora diaria a media mañana. Pues es cuando suele estar más descansada y receptiva.

Una vez establecido un horario diario de clases, introduje a un fisioterapeuta una vez por semana. La actividad física es fundamental. Mantenerlos físicamente activos es obligar al cerebro a no olvidarse de usar todos los músculos del cuerpo y evitar que éste y sus articulaciones se enquilosen y pierdan fuerza.

A las clases y el deporte le añadí un masaje semanal para reducirle la tensión muscular, el estrés, la angustia y optimizar el riego sanguíneo. También esto ha resultado un éxito. No una cura. Pero sí una mejora física y psíquica. Todo ayuda, desde el cuidado a la medicación, pasando por las clases, el deporte y el contacto constante con la realidad.

Cuánto más des, más recibirás de ellos. Es increíble lo muy positivamente que pueden responder a esos estímulos que tanto solemos tomar a la ligera en nuestras vidas cuando somos jóvenes y estamos sanos.

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