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Santa Paciencia

martes, 12 de enero de 2010 0 comentarios


La que debo tener a veces. Y de la que todavía me queda mucho por aprender. Porque cuesta en ocasiones no ponerse nervioso o estresarse cuando se obsesiona con algo y entra en esos ciclos en los que se pasa horas o días con lo mismo: haciendo y deshaciendo maletas, cambiando las cosas de un armario -o de un bolso- a otro, escondiendo el dinero, no queriéndose poner otra ropa o lavarse, insistiendo en  que no está en su casa y que se quiere ir, o llamándose a sí misma buscando a su marido fallecido. Me desgasta; no ella, si no la enfermedad. Aún así, tengo cuerda para rato. No soy de los de tirar la toalla tan a la ligera sin ofrecer una buena lucha.

Y me lo trato de tomar todo con mucha calma. Con la mente puesta en que lo peor todavía está por venir. Por lo cual, debo aprovechar este tiempo que tengo con mi madre, en el que aún puede mantener en muchos momentos una conversación y darme las gracias por todo lo que estoy haciendo por ella y decirme que me quiere. La enfermedad también tiene momentos muy reconfortantes, tanto para el enfermo como para el cuidador.

Paciencia la que tienen que tener ellos con nosotros. Por qué nadie nos ha enseñado a ser cuidadores ni a conducir por este camino. Como ellos, somos nuevos en esto.

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'Tengo miedo'


Eso es lo que me dijo el otro día. Cuando le pregunté a qué es lo que le temía,  me respondió con  que sabía que tenía Alzheimer, que su identidad se estaba desintegrando entre las yemas de sus dedos, y que que se esforzaba para ser como antes y que no podía. Entre lágrimas añadió que estaba muy mal pero que quería seguir viviendo. A lo que le contesté que luchara con fuerza desde dentro hacia fuera,  que no dejara de comunicarse, y que no se dejara vencer tan fácilmente.

A veces, están tan lúcidos y son tan conscientes de que su mente se rompe, que te parte el corazón hasta el punto que dejas de sentir para no fragmentarte emocionalmente. Hace tiempo que he dejado de sentir dolor. Tengo que protegerme. Es importante hacerlo.

Por mucho amor y comprensión que les ofrezcas, por mucho que les digas que no están solos, por mucho que coloques tu mano sobre la suya y les mires a los ojos y les expreses lo mucho que les entiendes, en el fondo, la vivencia individual vista desde dentro, es algo que no nos podemos ni imaginar.

Como dice mi madre: 'No se lo deseo a nadie. Es estar metido dentro de un pesadilla de la que no puedes despertar.'

Los viajes en compañía siempre se hacen más llevaderos. Eso es cierto. Y con alguien a tu lado, supongo, que el declive gradual de la conciencia que te produce la enfermedad se acepta mejor. Pero nuestros enfermos, no dejan de estar navegando solos por unas aguas que les conducen a una odisea personal tan introspectiva, que les acaba aprisionando entre los rápidos del río por el que descienden. Mientras los demás observamos desde la orilla.

Nadie se merece un final así. Tampoco nadie se merece acabar de tantas otras formas injustas. Pero la vida es sabia aunque no siempre parezca justa. Cada uno tenemos un camino que recorrer, un río por el que navegar, y unas pruebas por las que pasar. Así lo veo. Sólo las fuerzas que nos dirigen saben el por qué de aquello que nos ocurre.

Me gustaría creer que todo tiene un sentido, un orden y una lógica en el gran esquema de la existencia.

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Elvis




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Recordatorio


Para aquellos en Barcelona, no os olvidéis que hoy comienzan las clases de Fatima en el centro SHRI VIVEK YOGA INTEGRAL de NunArt a las 20.30h, en la Calle Sol número 8 (Gràcia, Barcelona).

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