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Como diría Garfield: Odio los Lunes

lunes, 1 de febrero de 2010 Leave a Comment



Hoy me he levantado y directamente me he tomado dos alprazolams (es el genérico del trankimazin, un ansiolítico). Necesito ir un poco "chutado" - o amortiguado- para afrontar este principio de semana. Es lunes y hoy nada más despertarme se me estaba haciendo todo demasiado cuesta arriba. Me hubiera pasado la mañana en la cama, como si nada más en el mundo existiera más que el universo de mis sueños.

El otro día se me acabaron las pastillas que me recetan para dormir y por una cosa u otra, siempre me acabo olvidando de acercarme a la farmacia para ir a por más. Lo que se traduce en que paso unas noches fatales de insomnio y me levanto más cansado nunca. La otra noche me pasé el rato soñando que asistia a mi madre, por lo que a veces, ni durmiendo puedo desconectar de mi actividad y rutinas diarias. Y no te digo nada, si te has pasado 14 horas atendiendo sin parar a un enfermo y cuando te duermes finalmente lo haces para soñar que estás desempeñando el mismo trabajo. ¿Cómo se supone que uno puede levantarse fresco y descansado después de eso?
Cuando mi madre se acuesta entre las 21.30 y las 00.30 (dependiendo de su estado de actividad mental y sus obsesiones) es cuando tengo tiempo para mí; para poner lavaplatos, lavadoras, secadoras, ordenar la casa, gestionar mis temas personales y poder ver alguna películita que me apetezca o escuchar música. Por lo que me acaban dando las 2, 3 o 4 de la madrugada. Y claro, mi madre a las 8.30/9am ya está en pié. Por que ella sus 10 horitas las ha dormido y tiene ganas de movimiento. Pero el cuidador siempre va arrastrando un cansancio difícil de eliminar.

Antes hacia mis sesiones de meditación, visualización, relajación y conexión con el universo. Otros rezarán, leerán la Biblia o el Corán o El Secreto, o cualquiera de esos libros rollo el poder del sí, el hoy está en tus manos y derivados. Yo ya no tengo tiempo ni para eso.

Y sigo con mis ciclos de dormir una media de 5 horas diarias. A lo que ya estoy acostumbrado, por qué sufro de insomnio desde que era una bebé y mi madre se tenía que pasar la noche paseándome por la casa de arriba a abajo hasta que al final caía rendido.

Lo curioso es que me psicólogo me ve bien, me dice que en principio no tengo nada, ni estoy apático, ni estoy deprimido, ni estoy quemado, ni tengo el síndrome del cuidador. Me ve centrado, con la cabeza muy bien amueblada y como una persona muy racional y estable. Aunque tenga que recurrir como en días como hoy, a ir con una buena dosis de ansiolíticos en el cuerpo. ¡Ojo! Que eso no me convierte en un mal cuidador ni mucho menos. Ni que busque vías de escapismo químicas.

Sencillamente voy a él para intentar que me ayude a buscar la felicidad. Porque llevo años que no he sentido ni una pizca de ella -desde que murió mi padre-, por muy positivo que afronte la vida, y eso es lo que me preocupa. Quizás mi segundo libro se centre en la búsquedad física, emocional y espiritual de la felicidad. El primero trata de un pasado en el que la vida parecía un campo lleno de grandes posibilidades y opciones expuestas a mi disposición para tomar de ellas la que quisiera.

Ahora mi vida no es mi vida. Mi vida le pertenece a mi madre. Y aunque suene duro lo que pueda decir, a veces pienso que apenarme por la situación de mi madre cuando con casi 77 años ha vivido una vida llena de grandes acontecimientos y experiencias no tiene sentido. Cada uno vamos a acabar de alguna manera u otra. Y todos tenemos una vida que vivir. Yo con 35, apenas a empezado a labrarme un futuro que me haga sentir que tengo una cierta estabilidad entre mis manos y un cierto control de decisión sobre lo que quiero o no.

El día que no tenga a mi madre, admito, que tampoco tengo claro por donde acabaré tirando.
Soy demasiado pragmático, realista y frío. Como ya he mencionado en entradas anteriores.

Os escribo sentado en la mesa de la cocina. Mientras mi madre se come un plato de estofado que le he preparado y un yogur ecológico con mermelada de fresa sin azúcar. Esta noche toca tofu con verduras, ensalada y fruta. Después de cineasta y escritor, hubiera querido ser chef, así que lo que respecta a la alimentación, come como si esto fuera un restaurante de cinco tenedores. Y la calidad de vida que tiene es lo que menos me preocupa, porqué lo que es vivir con calidad de eso no le falta.

Hoy es uno de esos días. No malo para ella, si no malo para mí. Y cuando tiene uno un día así, salvo el psicólogo al que le pago por escuchar mis problemas y desahogarme una vez a la semana, ¿quién se detiene a preguntarle al cuidador cómo se encuentra? Al fin y al cabo todos tenemos problemillas en nuestras vidas: el trabajo, los gastos, los hijos, la casa, etc...

No tiendo a quejarme. Nunca lo hago. Y por eso, que a veces, y egoístamente -o por supervivencia emocional- desee que mi madre llegue a ese punto en el que no se entere de nada y pueda tenerla vegetando en una butaca sin que me de muchos dolores de cabeza. Aunque esos pensamientos no sean lógicos y surjan del sentirse que a veces estás rozando unos límites que si no tienes cuidado pueden acabar llevándote al borde del precipicio psicológico. 

Hoy es uno de esos días en los que he abierto los ojos en la cama y me he dicho: 'Estoy agotado'. Y me he levantado de mal humor. Y le contestó mal a mi madre, porqué que de buena mañana y recién levantado -y más si estás cansado- te hagan entrar de golpe en su mundo de obsesiones, fijaciones y paranoias es realmente duro.

Hoy he tenido que volver a cancelar visitas médicas que me habían dado hace un mes. Revisiones rutinarias muy importantes por que acarreo ciertas enfermedades crónicas desde que era pequeño de corazón y de hígado. Me operaron del corazón con sólo cinco años, y durante la operación, toda la sangre que recibí de la transfusión estaba infectada por el virus de la Hepatitis C. Por lo que necesito revisiones anuales, a las que no acudo desde que cuido de mi madre por que siempre salen imprevistos que me hacen renunciar a lo mío por asegurarme que sus necesidades están bien cubiertas.

Un cuidador se encuentra muchas veces en la situación de tener que dejar de lado sus gestiones y asuntos en pro del enfermo del que se ocupa. Y eso es una de las cosas que a veces más me sacan de quicio. ¿Hasta dónde sacrificamos nuestra propia salud o necesidades por la de aquel o aquella de quien nos encargamos?

Ya os adelantaba que este blog va a ir derivando en algo más personal si cabe, y en adoptar una identidad única que pueda ofrecerle algo diferente a aquellos cuidadores que buscan una visión o enfoque menos científico.

Este entrada supongo que chocará a algunos. Como ya indico en la presentación del blog, no soy un héroe. Más bien siempre he desempeñado en mi vida el papel del anti-héroe existencialista. Por lo que haberme convertido en un "salvador" es un papel al que me cuesta acostumbrarme.