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Una de esas tardes

viernes, 6 de noviembre de 2009 Leave a Comment


Voy a ver si se ha levantado de la siesta. Está despierta. Acaba de vaciar el contenido de un armario sobre las dos camas individuales unidas que forman la de matrimonio. Hacía unos días que no le daba por eso. Respiro hondo. Le pregunto que está haciendo. Se para. Me mira. Me dice que tiene que hacer las maletas. 'Antes o después tendremos que regresar a Barcelona', añade. Y vuelve a lo suyo. Es lo mismo de algunas tardes. Digo algunas, porqué hay tantas variantes como tardes.

Tenemos la tarde de hacer maletas. La tarde de deshacerlas. La tarde en la que no estamos en Barcelona y tenemos que volver a casa. Y la tarde en la que hemos vuelto de fuera de Barcelona y acabamos de llegar a casa. Estas últimas son las tardes buenas. También está la tarde en la que reconoce el piso, pero mira por la ventana y no reconoce la calle. O la tarde en la que le pasa al revés. Y no olvidemos tampoco, la tarde en la que se quiere ir sin hacer ruido para que no te enteres, la tarde en la que se llama a sí misma -y escucha sus propios mensajes sin reconocer su voz- porqué cree estar llamando a casa desde un piso que es idéntico al suyo (pero que no es el suyo, si no una réplica exacta -calle incluida-), y como postreros ejemplos -por citar algunos más-, la tarde en la que se queda sentada en silencio, con la mirada perdida - y que es la tarde más triste-, y la tarde en la que cada diez minutos camina por la casa en busca de mi padre, y me pregunta cincuenta o cien veces por su paradero.

En cada una de esas tardes pruebas una estrategia distinta intentando encontrar la correcta, que te sirva, esa específica vez, para cambiarle el chip o traerle de vuelta a esta realidad. A veces les convences en segundos, y a veces tardas horas. Y también se da mucho el no conseguirlo, y el no importar que les digas esto o lo otro, les lleves la razón o les hagas razonar, por que están metidos en tales bucles obsesivos, que hasta que no hacen lo que sienten que tienen que hacer y se cansan mentalmente, no hay forma de tranquilizarlos. Bueno, la hay. Si prefieres tenerlos sobre medicados. Nosotros somos muy reacios a ello. Lo justo, super controlado, en moderación y que sea necesario. Pero tenerla chutada, no. De momento, ni nos lo planteamos.

Es tremendo y terrible lo que tienen que estar pasando mentalmente. Mil veces la observo, y me pregunto sobre lo que debe sentir uno, al ser consciente de que está perdiendo la cabeza; y te digo que hay instancias en las que lo son y mucho. Y pienso, en si cuando llegan a ese extremo que se abstraen por completo, y se encierran en su mundo y no se comunican, sigue quedando su yo consciente encerrado dentro de ese cerebro que no emite en nuestra frecuencia. ¿Sufren durante el proceso de pérdida de memoria tan sólo? ¿O lo hacen también cuando ya la han perdido? ¿Se pierde la raíz de la consciencia o cotinuámos existiendo conscientemente sin lograr comunicar nuestros pensamientos y sentimientos ya que el descodificador principal se ha estropeado? ¿Somos mente y cuerpo únicamente? ¿O hay un alma/esencia/energia/yo/espíritu que funciona independientemente de estos?

Tras convencerla de que estamos en casa, he vuelto a mi estudio a escribir esta entrada. Ha pasado un rato. He dejado de escribir. He regresado a ver que hace. Me la encuentro metida en su cama durmiendo. Respiro tranquilo. Tardes con siesta a estas horas hay pocas. Esta es una buena tarde. Me voy a disfrutarlo.

Demasiado tarde. Se ha despertado. Y me está preguntando si he visto a nuestra madre. Sí, definitivamente, hoy es una de esas tardes.