lunes, 22 de febrero de 2010

¿De qué me quejo?


¿De qué me quejo? Eso es lo que hoy me llevo preguntando desde que me he levantado. ¿Qué es exactamente lo que me está removiendo las entrañas con tan mala intención? Hoy no tengo un día muy fino. Extraño mi vida. Bueno, extraño tener una. Pero sé que lo que estoy haciendo ha sido una decisión personal, un sacrificio escogido, un camino que he optado por seguir. Y de eso, en particular, es de lo único que no me quejo.

Un enfermo que necesita de una atención constante tiene sus días buenos y sus días malos, sus altos y bajos. Un cuidador también los tiene.

Hoy es uno de esos días que no me gustan. Hoy es uno de esos días en los que siento mi mundo interior girado. Lo cual no me parece positivo. No me aporta nada. Por ello, que intente racionalizar mis sentimientos.

Estando en la consulta del médico esta mañana, esperando a que mi madre le hicieran una gamagrafía ósea, he pillado fragmentos de la conversación entre una mujer mayor y su marido que, pacientemente, esperaban sentados muy cerca de mí.

La mujer llevaba unos años combatiendo cáncer y estaba muy cansada. Su marido la cuida y apoya con mucho cariño, con un gran miedo en su mirada. Se niega a perderla, se lo veía en sus ojos. Y ella decía con calma y una sonrisa que no podía más, que estaba harta y cansada, pero que continuaría luchando. Y la he mirado. Por que tenía que hacerlo. Quería recordar su cara. Esa mujer me ha recordado lo agradecido que tiene que estar uno por lo que tiene. Siempre hay alguien que tiene mucho menos que tú en todos los sentidos.

El Universo de alguna manera me ha dado una respuesta a la pregunta que me hacía. Y he comprendido que, aunque uno tenga el derecho de tener un día malo, siempre existirá gente que, aún teniéndolo peor que tú, hará un esfuerzo por sonreír y afrontar con fuerzas las adversidades de la vida. Lo que me ha hecho darme cuenta de que quejarse sólo conduce a generar más negatividad y eso no conduce a la felicidad.

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